13 mayo 2007

El tren de la vida


En este mundo hay un tren que está siempre en movimiento. No se detiene en ninguna estación ni para nadie. Simplemente sigue su curso. Cada segundo, unos suben y otros bajan. ¿Dónde se detendrá? Nadie lo sabe. Para sentarte en este tren, lo único que necesitas es el ticket de la vida. Y eso ya nos lo han dado. Estamos en el tren, y se está moviendo.

La gente me pregunta: "¿Por qué estoy aquí?". ¿Qué clase de pregunta es ésa? Desde muy pequeño, la gente no ha parado de preguntarme cuál es el propósito de la vida. Solía contestarles: "¿Tienes esta vida y no sabes cuál es su propósito? Eso significa que no has comprendido lo que se te ha dado, te has limitado a creer lo que otros han dicho".

Esto es lo que pasa: vas en un automóvil y te pierdes. Ves a alguien de pie al borde de la carretera, y le preguntas: "¿Dónde está tal lugar? ¿Cómo podría llegar?". Él te responde: "Vaya todo recto, luego tuerza a la derecha, al cabo de un kilómetro gire a la izquierda y habrá llegado". Así que le das las gracias y sigues tu camino. No le preguntas: "¿De verdad sabe dónde está ese lugar?". No, tú le dices dónde tienes que ir, y él contesta lo que sea que conteste. Podría estar completamente equivocado, podría estar loco, o no saber dónde va, podría ser que él mismo se haya perdido y esté indicando direcciones a los demás. Cuando cerramos los ojos y actuamos con una fe ciega, el impacto es diferente a cuando actuamos conscientemente.

Hoy en día, todo el mundo está dispuesto a decirnos qué necesitamos. Yo eso no lo acepto porque tanto lo que necesitamos como el anhelo de obtenerlo se encuentran en nuestro interior. Hasta que no comprendemos en qué consiste ese anhelo, nos quedamos atascados en los nombres, las definiciones, las descripciones; quedamos atrapados en la imaginación. Una cosa es tener la descripción de algo y otra experimentarlo.

Cuando se trata de la paz, de comprender, la gente está encantada de quedarse con la descripción en lugar de alcanzar la experiencia. Todos los días, intentamos imaginarnos a Dios a través de nuestra mente e intelecto; intentamos hablarle y verle a través de estos ojos. ¿Pero cuál es la experiencia?

¿Cuál es la experiencia de eso que reside en nuestro interior? De eso es de lo que hablo, y es a eso a lo que presto mayor atención. Las descripciones están bien, pero sin la experiencia resultan incompletas. El agua calma la sed, pero una foto del agua no puede hacerlo. El fuego puede quemar algo, pero una foto del fuego no puede quemar nada. Si quieres tener amor verdadero, tienes que experimentar el amor verdadero. El mero hecho de escuchar palabras o descripciones e imaginarlo no es suficiente. Tiene que ser real.

Si quieres experimentar lo que hay dentro de ti, yo daré mil pasos, pero tú tendrás al menos que dar uno: deberás pedirlo desde tu corazón. Y entonces podré dártelo.

Es necesario que vengas desde ese lugar interior que es sencillo. No vengas con tu bolsa llena de conceptos. En esta vida, tenemos que distinguir lo que se nos ha enseñado de lo que es genuinamente nuestro. Tenemos que identificar ambas cosas, y eso es muy difícil.

Éstas no son sólo palabras. Te garantizo que definitivamente puedes tener la experiencia de eso que no tiene ni principio ni fin, que es real.

Esa experiencia ya está dentro de ti, no necesitas crearla, sólo levantar el velo de la ignorancia. En cuanto comprendas, en cuanto sepas dónde está tu verdadero hogar, no habrá razón para perderte, no tendrás por qué vagar. Así que comprende y disfruta de eso que es real.

Maharaji

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