25 marzo 2007

Qué es MAYA

En un paraje remoto situado en la ladera de una de las montañas del Himalaya, un mentor se reunía diariamente con sus discípulos que le formulaban toda clase de interrogantes acerca del fluir y el devenir de los acontecimientos que aparecían en sus vidas.

Uno de ellos se animó a preguntarle:
-¡Maestro! Siempre estás hablando de la Maya. ¿Por qué no te dignas a explicarnos su significado?
El maestro clavó su mirada en el aventajado discípulo y le dijo:
-¡De acuerdo! Te explicaré el significado de Maya, pero antes has de traerme agua en este cuenco, del río que discurre por el fondo del valle.

El discípulo diligentemente se encaminó hacia el río y cuando llegó a la orilla para coger agua, observó a una joven doncella que estaba llenando unas garrafas a unos metros de él. Se cruzaron las miradas y el tiempo se detuvo para ambos; acabaron por sentir un profundo amor el uno por el otro. Y decidieron unir sus vidas para siempre.

El joven discípulo se había olvidado por completo del motivo por el cual había ido al río. Ahora su vida estaba colmándose de una felicidad que hasta la fecha desconocía. El amor físico. La relación afectiva y la pasión era su horizonte y por nada en el mundo quería abandonarlo.

Y fruto de ese amor comenzaron a venir los hijos. Ahora su mundo giraba en torno a su pequeña cabaña, el trabajo y el cuidado de su familia con amor y dedicación. La imagen del maestro y las enseñanzas que había recibido, habían desaparecido de su norte. Transcurría el tiempo y maduraba en años y rodeado de felicidad y paz.

Llegaron las estaciones de lluvias y el caudal del río creció tanto de agua, que fueron arrastrados todos. La cabaña y todas sus pertenencias. Sus hijos y su amada esposa. Iba siendo testigo de cómo todo se estaba yendo. Sus hijos uno a uno. Su bella esposa, que aunque iban abrazados a una muerte segura, terminaron soltándose y no pudo atenazarla con su mano. En unos segundos toda su vida, fotograma a fotograma se estaba revelando para él. Inexplicablemente yendo corriente abajo medio ahogándose y saliendo a flote, pudo agarrarse a un tronco, y en medio de las súplicas que estaba dirigiendo desde lo más profundo de su ser, le vino a la memoria el cuenco de agua que su maestro le había pedido. Pudo llegar a la orilla del río agarrado al tronco y se dirigió hacia la montaña con su cuenco lleno de agua.

El maestro esperaba pacientemente hasta que hubiera aprendido la lección. Cierto día, al verle llegar salió a su encuentro y le dijo:
-¡Hijo mío! ¿Has aprendido lo que es Maya?


Este cuento, rescatado de mi memoria y quizás modificado y resumido algo, lo escuche por vez primera cuando llegué al Conocimiento, y tengo que confesar que siempre ha estado presente en mi vida. Me ha servido y me sirve para establecer ciertas prioridades.

F. G.

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