La próxima vez que veas un árbol, obsérvalo con detenimiento y, si puedes, date cuenta de lo siguiente: ese árbol representa muchas cosas que sucedieron correctamente. Muchas cosas que salieron bien. Muchas cosas que están bien.
En alguna parte, una semilla cayó a la tierra. Y la semilla era adecuada. Era idónea, llevaba un maravilloso potencial en su interior. Esto, además, sucedió en la estación apropiada, y esa estación permitió que el potencial de la semilla se manifestara.
También recibió la cantidad correcta de agua. Demasiada agua y es perfectamente posible que la semilla hubiera sido arrastrada. Pero recibió la cantidad precisa de agua a la velocidad adecuada. Y adecuada fue también la tierra en la que cayó.
Y así, esa semilla germinó. Podría haber caído presa de algún animalito en busca de alimento, pero no fue así. Una helada mortal podría haber destruido a la pequeña planta, pero no lo hizo.
Según iban alternándose las estaciones, cada una de ellas fue lo suficientemente benigna como para permitir que la manifestación de este potencial pudiera tener lugar, pudiera seguir hacia delante. Así pues, continuó. Tal vez se produjera un incendio, pero no fue lo suficientemente severo como para acabar con la planta. Y llegaron sequías e inundaciones, pero tampoco fueron tan rigurosas como para matarla.
De algún modo, a través de muchas estaciones, la manifestación de este potencial continuó y continuó y continuó. Y, en el caso de alguno de los árboles que ves, no estamos hablando de minutos, ni siquiera de unos cuantos años, sino de algo que fue prosperando a lo largo de cientos de años. Y aquí está. Podemos mirar a ese árbol y decir: “Algo funcionó”
Cuando mires a ese árbol, mírate a ti mismo bajo la misma óptica también. Date cuenta del éxito que supone esta existencia. No es un concepto, ni un borrador, es real. Cada uno de nosotros representa ese éxito, un éxito que continúa desarrollándose. ¿Cómo lo sabes? Porque el regalo del aliento sigue resonando en tu interior. Funciona. Funciona. Está aquí.
Maharaji
En alguna parte, una semilla cayó a la tierra. Y la semilla era adecuada. Era idónea, llevaba un maravilloso potencial en su interior. Esto, además, sucedió en la estación apropiada, y esa estación permitió que el potencial de la semilla se manifestara.
También recibió la cantidad correcta de agua. Demasiada agua y es perfectamente posible que la semilla hubiera sido arrastrada. Pero recibió la cantidad precisa de agua a la velocidad adecuada. Y adecuada fue también la tierra en la que cayó.
Y así, esa semilla germinó. Podría haber caído presa de algún animalito en busca de alimento, pero no fue así. Una helada mortal podría haber destruido a la pequeña planta, pero no lo hizo.
Según iban alternándose las estaciones, cada una de ellas fue lo suficientemente benigna como para permitir que la manifestación de este potencial pudiera tener lugar, pudiera seguir hacia delante. Así pues, continuó. Tal vez se produjera un incendio, pero no fue lo suficientemente severo como para acabar con la planta. Y llegaron sequías e inundaciones, pero tampoco fueron tan rigurosas como para matarla.
De algún modo, a través de muchas estaciones, la manifestación de este potencial continuó y continuó y continuó. Y, en el caso de alguno de los árboles que ves, no estamos hablando de minutos, ni siquiera de unos cuantos años, sino de algo que fue prosperando a lo largo de cientos de años. Y aquí está. Podemos mirar a ese árbol y decir: “Algo funcionó”
Cuando mires a ese árbol, mírate a ti mismo bajo la misma óptica también. Date cuenta del éxito que supone esta existencia. No es un concepto, ni un borrador, es real. Cada uno de nosotros representa ese éxito, un éxito que continúa desarrollándose. ¿Cómo lo sabes? Porque el regalo del aliento sigue resonando en tu interior. Funciona. Funciona. Está aquí.
Maharaji
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