Sri Ramakrishna. Dichos y Sentencias
289, 290. Un brahmín erudito fue un día a ver a un rey sabio y le dijo: «Escúchame, rey, soy muy versado en las sagradas escrituras. Tengo intención de enseñarte el sagrado libro del Bhagavata». El rey, que era el más sabio de los dos, sabía bien que un hombre que haya leído el Bhagavata purana buscará más su propio Sí que honor y riquezas en la corte del rey. Le respondió: «Veo, brahmín, que tú no has llegado a conocer ese libro en profundidad. Te prometo convertirte en mi tutor, pero anda y aprende primero bien la escritura». El brahmín se volvió por dónde había venido, pensando en su interior, «¡Qué tonto es el rey de decir que no conozco bien el Bhagavata, cuanto me he pasado leyendo una y otra vez el libro durante los últimos tres años!». Con todo, volvió a leer cuidadosamente el libro una vez más y se presentó ante el rey. El rey volvió a decirle lo mismo y lo mandó de vuelta. El brahmín se sentía profundamente vejado, pero pensó que debía de tener algún sentido aquel comportamiento del rey. Se fue a casa, se encerró en su cuarto, y se aplicó más que nunca al estudio del libro. Al cabo de poco empezaron a destellar ante su intelecto los sentidos ocultos; lo vano de correr tras las pompas de la vida, las riquezas y los honores, reyes y sus cortes, dinero y fama, todo desapareció ante su visión ya despejada. A partir de aquel día, se entregó totalmente a alcanzar la perfección mediante la adoración de Dios, y no volvió a presentarse ante el rey. Al cabo de unos años, el rey pensó en el brahmín, y fue a su casa para ver que había ocurrido. Al ver al brahmín radiante de luz divina y amor divino, cayó de rodillas ante él y dijo: «Veo que ahora has llegado al verdadero sentido de las escrituras; estoy preparado para ser tu discípulo, si llegado el momento te dignas aceptarme».
289, 290. Un brahmín erudito fue un día a ver a un rey sabio y le dijo: «Escúchame, rey, soy muy versado en las sagradas escrituras. Tengo intención de enseñarte el sagrado libro del Bhagavata». El rey, que era el más sabio de los dos, sabía bien que un hombre que haya leído el Bhagavata purana buscará más su propio Sí que honor y riquezas en la corte del rey. Le respondió: «Veo, brahmín, que tú no has llegado a conocer ese libro en profundidad. Te prometo convertirte en mi tutor, pero anda y aprende primero bien la escritura». El brahmín se volvió por dónde había venido, pensando en su interior, «¡Qué tonto es el rey de decir que no conozco bien el Bhagavata, cuanto me he pasado leyendo una y otra vez el libro durante los últimos tres años!». Con todo, volvió a leer cuidadosamente el libro una vez más y se presentó ante el rey. El rey volvió a decirle lo mismo y lo mandó de vuelta. El brahmín se sentía profundamente vejado, pero pensó que debía de tener algún sentido aquel comportamiento del rey. Se fue a casa, se encerró en su cuarto, y se aplicó más que nunca al estudio del libro. Al cabo de poco empezaron a destellar ante su intelecto los sentidos ocultos; lo vano de correr tras las pompas de la vida, las riquezas y los honores, reyes y sus cortes, dinero y fama, todo desapareció ante su visión ya despejada. A partir de aquel día, se entregó totalmente a alcanzar la perfección mediante la adoración de Dios, y no volvió a presentarse ante el rey. Al cabo de unos años, el rey pensó en el brahmín, y fue a su casa para ver que había ocurrido. Al ver al brahmín radiante de luz divina y amor divino, cayó de rodillas ante él y dijo: «Veo que ahora has llegado al verdadero sentido de las escrituras; estoy preparado para ser tu discípulo, si llegado el momento te dignas aceptarme».
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