
Y en cuanto al colibrí, el hecho de haberse entregado a esa flor le asegura el sustento permanente. No ha de temer competencia alguna, porque ningún otro tipo de colibrí puede alcanzar ese néctar, está destinado exclusivamente a él, y por ello ha surgido esa unión. No fue algo que ocurriera en una noche; no, llevó su tiempo.
Como resulta obvio, ese colibrí es una de las mayores bendiciones para la flor, y difícilmente podría haber bendición más alta que esa flor para el colibrí. Existen, y fueron creados, el uno para el otro.
¿Y cuál es la bendición para el ser humano? Hemos hablado sobre la vida, hemos hablado sobre el aliento, sobre la existencia, y sí, todos ellos son bendiciones. Pero existe, además, una bendición sublime que es el maestro.
El maestro, a mi entender, es la manifestación del anhelo del corazón. Sin el anhelo del corazón, no existiría el maestro.
El hecho de que algo, dentro de nosotros, busque aquello que también se encuentra en nuestro interior ha creado la necesidad imperiosa del maestro; y cuando el maestro empieza a guiarnos a través del proceso, la magia comienza. Se vuelve sencillo lo difícil; aquello que hubiera llevado toda una vida comprender, ahora es posible entenderlo en un espacio de tiempo muy breve, y el corazón empieza a danzar a medida que va llegando la comprensión. La oscuridad es remplazada por la luz; la duda, por la claridad; la confusión, por el entendimiento; y el pesar, por la alegría.
Maharaji en Long Beach, 7 de diciembre de 1996. Fragmento traducido del inglés.
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