Persona en Griego significa “máscara”. Te imaginas un mundo lleno de máscaras, o mejor dicho de personas ocultándonos unos de otros, detrás de nuestro rostro, para no ser vistos. ¡Qué tenemos que ocultar! ¡Cuántos miedos nos atenazan! ¡Cuántas paranoias captamos en el metro o en el autobús! A veces ocultándonos en las páginas de un libro o haciendo ver que estamos leyendo. Y lo único que hacemos es comprobar que no nos están mirando. Y si descubrimos que nos miran, es todo un acontecimiento observar cómo la mente con sus artimañas trata de protegerse para salir airosa de la batalla interior.
He visto a niños desnudos, jugando sin la menor preocupación por su desnudez. Libres. Felices. Ligeros, sueltos y alegres. Disfrutando del momento presente.
¿Acaso cuando nos hacemos mayores, o mejor dicho cuando tenemos uso de razón, es cuando empezamos a ocultarnos? ¡Pero ocultarnos de qué! ¡Qué es aquello que nos paraliza y buscamos ciertos mecanismos de defensa para protegernos! ¡Pero protegernos de qué!
Somos prisioneros de nuestras ideas y conceptos. Estamos encarcelados en vida y cuando se nos ofrece la posibilidad de libertad, en vez de dejar atrás la puerta de nuestra cárcel, nos recluimos en una celda de seguridad y damos otra vuelta a la cerradura para protegernos más.
Los “CONCEPTOS”. Los odiosos conceptos. Nos impiden ser y caminar libres, y ligeros. Nos impiden emprender el vuelo. Nos tienen amarrados a tierra firme y sentimos miedo a soltarnos. Estamos tan acostumbrados a ellos, que forman parte de nosotros, como si fuera un lunar más de nuestra piel. Los conceptos nos dan inseguridad, recelo, prejuicios, etc. Estamos tan esclavizados por los conceptos, que incluso en la noche nos ocultamos de la propia oscuridad para pasar inadvertidos. Qué carga tan innecesaria llevamos a veces.
Solo la “VERDAD” nos hará libres. Decía un ser que vino a este mundo a romper las cadenas que nos tenían oprimidos. La libertad interior hará que nos despojemos de estos conceptos que nos oprimen el corazón e impiden que nos miremos a los ojos, con mirada limpia y cristalina, aceptándonos como somos y que evolucionemos y vayamos escalando peldaños en esa gran escala interior.
F. G.
He visto a niños desnudos, jugando sin la menor preocupación por su desnudez. Libres. Felices. Ligeros, sueltos y alegres. Disfrutando del momento presente.
¿Acaso cuando nos hacemos mayores, o mejor dicho cuando tenemos uso de razón, es cuando empezamos a ocultarnos? ¡Pero ocultarnos de qué! ¡Qué es aquello que nos paraliza y buscamos ciertos mecanismos de defensa para protegernos! ¡Pero protegernos de qué!
Somos prisioneros de nuestras ideas y conceptos. Estamos encarcelados en vida y cuando se nos ofrece la posibilidad de libertad, en vez de dejar atrás la puerta de nuestra cárcel, nos recluimos en una celda de seguridad y damos otra vuelta a la cerradura para protegernos más.
Los “CONCEPTOS”. Los odiosos conceptos. Nos impiden ser y caminar libres, y ligeros. Nos impiden emprender el vuelo. Nos tienen amarrados a tierra firme y sentimos miedo a soltarnos. Estamos tan acostumbrados a ellos, que forman parte de nosotros, como si fuera un lunar más de nuestra piel. Los conceptos nos dan inseguridad, recelo, prejuicios, etc. Estamos tan esclavizados por los conceptos, que incluso en la noche nos ocultamos de la propia oscuridad para pasar inadvertidos. Qué carga tan innecesaria llevamos a veces.
Solo la “VERDAD” nos hará libres. Decía un ser que vino a este mundo a romper las cadenas que nos tenían oprimidos. La libertad interior hará que nos despojemos de estos conceptos que nos oprimen el corazón e impiden que nos miremos a los ojos, con mirada limpia y cristalina, aceptándonos como somos y que evolucionemos y vayamos escalando peldaños en esa gran escala interior.
F. G.
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