Una vez entró el engreimiento en el corazón del divino Santo Nárada, y pensó que no había nadie que fuese tan devoto como él. Sri Vishnú leyó su corazón y le dijo: ”Nárada, vete a tal y cual sitio, allí hay un bhakta que es un gran devoto mío; cultiva el trato con él”. Allí se fue Nárada, y encontró un campesino que madrugaba mucho, pronunciaba el nombre de Harí una sola vez y, tomando su arado, se iba a labrar la tierra todo el día. Por la noche se acostaba tras pronunciar el nombre de Harí una vez. Nárada se dijo: “¿Cómo es posible que se diga que este rústico es amante de Dios? Lo he visto entregado con afán a ocupaciones mundanas, y no tiene signos de ser un hombre piadoso”. Se fue entonces Nárada de vuelta a ver al Señor y le dijo todo lo que pensaba de aquel hombre que acababa de conocer. El señor le dijo: “Nárada, toma este cuenco lleno de aceite a rebosar; ve y da la vuelta con él a la ciudad, pero presta atención a que no caiga al suelo ni una sola gota”. Nárada hizo lo que le pedía, y cuando regresó, el señor le preguntó: “Y bien, ¿cuántas veces me has recordado durante el recorrido?”
— Ninguna, señor: ¿cómo iba a poder hacerlo, si tenía que centrar toda mi atención en este cuenco rebosante de aceite?
— Este cuenco de aceite ha captado tanto tu atención que has llegado a olvidarme por completo, pero fíjate en aquel campesino, que, mientras soporta la pesada carga de una familia, me sigue recordando dos veces al día».
— Ninguna, señor: ¿cómo iba a poder hacerlo, si tenía que centrar toda mi atención en este cuenco rebosante de aceite?
— Este cuenco de aceite ha captado tanto tu atención que has llegado a olvidarme por completo, pero fíjate en aquel campesino, que, mientras soporta la pesada carga de una familia, me sigue recordando dos veces al día».
Sri Ramakrishna – Dichos y Sentencias nº 167
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