Las guerras estallan cuando la intolerancia alcanza proporciones insalvables, cuando las causas de la razón se vuelven más importantes que la inviolabilidad de la paz, cuando dejamos de valorar el hecho de estar vivos. Los dirigentes del mundo tratan de establecer la paz, pero la paz no tiene nada que ver con instituciones; es la gente la que inicia las guerras. Toda guerra externa empieza en nuestro interior.
De hecho, la guerra de dentro es más peligrosa porque puede que sus llamas nunca lleguen a extinguirse. Las guerras se desencadenan porque no hemos encontrado la paz interior, porque no dejamos que se manifieste.
Todos buscamos algo. Ya lo llamemos éxito, paz, amor o tranquilidad, en realidad se trata de lo mismo; le damos muchos nombres porque no sabemos qué es lo que necesitamos.
Buscamos lo que creemos que necesitamos en nuestro entorno. Pero para saber dónde buscar, antes debemos preguntarnos dónde puede estar. ¿Acaso se nos ha ocurrido mirar en nuestro interior?
Vivir la vida no es cosa fácil, sobre todo si queremos sacar lo mejor de ella. Hay que excavar, y excavar implica cierta dificultad porque supone extraer lo necesario y dejar lo que sobra. Si queremos obtener paz, tendremos que buscar lo valioso y desechar lo que no lo es.
Lo que buscamos no está fuera sino dentro de nosotros. Siempre ha estado ahí y siempre lo estará. La satisfacción nos sienta bien, y no es por casualidad. No es casualidad que nos sintamos tan bien cuando estamos en paz. La paz ya existe, y reside en el corazón de todos los seres humanos.
La paz es algo que se tiene que sentir. Si frente a esa capacidad tan increíble que poseemos de sentir, colocamos paz, eso es lo que sentiremos. Estamos hechos para sentirnos llenos de agradecimiento, amor y comprensión. Llevamos dentro de nosotros una lámpara tan brillante que hasta en las noches más oscuras puede llenar de luz nuestro mundo. Sólo está esperando a que la encendamos.
La paz no hace distinciones. No le importa si somos ricos o pobres, ni la religión que profesamos, ni en qué país vivimos. Está esperando a que la encontremos, esperando a sentirse completa de nuevo y no dividida por todos los asuntos que invaden nuestra vida.
La paz llega cuando el corazón deja de estar sumido en la dualidad, y cesa la lucha interior. Entonces le sigue la serenidad; el amor viene desenfrenado, inundándolo todo; y no hay quien detenga la explosión de alegría, porque todo encaja. Eso es paz.
La paz hay que sentirla, al igual que el amor y la verdad. Mientras estemos vivos, siempre tendremos el deseo de sentirnos bien, de sentir alegría; y mientras exista ese anhelo, existirá la necesidad de descubrirlo.
Somos pasajeros que realizan un viaje en un tren llamado vida, un viaje que tiene lugar en el momento llamado ahora. Este viaje de la vida es tan bello que no necesita destino.
Para orientarnos en este viaje se nos ha dado una brújula, que es la sed de plenitud. El verdadero viaje de nuestra vida comienza el día en que nos disponemos a saciar esa sed. Es la aventura más noble que existe.
Siglo tras siglo, se ha hecho oír una voz: Lo que buscas está dentro de ti, tu verdad está dentro de ti, tu paz está dentro de ti, tu dicha está dentro de ti. La paz del corazón es como una semilla en el desierto que espera, latente, a crecer y a florecer. Sólo cuando permitamos que la semilla florezca en nuestro interior podrá haber paz en el exterior. Tenemos que darle una oportunidad.
¿Vamos a darle una oportunidad a la paz?
The Times of India (Prem Rawat)
De hecho, la guerra de dentro es más peligrosa porque puede que sus llamas nunca lleguen a extinguirse. Las guerras se desencadenan porque no hemos encontrado la paz interior, porque no dejamos que se manifieste.
Todos buscamos algo. Ya lo llamemos éxito, paz, amor o tranquilidad, en realidad se trata de lo mismo; le damos muchos nombres porque no sabemos qué es lo que necesitamos.
Buscamos lo que creemos que necesitamos en nuestro entorno. Pero para saber dónde buscar, antes debemos preguntarnos dónde puede estar. ¿Acaso se nos ha ocurrido mirar en nuestro interior?
Vivir la vida no es cosa fácil, sobre todo si queremos sacar lo mejor de ella. Hay que excavar, y excavar implica cierta dificultad porque supone extraer lo necesario y dejar lo que sobra. Si queremos obtener paz, tendremos que buscar lo valioso y desechar lo que no lo es.
Lo que buscamos no está fuera sino dentro de nosotros. Siempre ha estado ahí y siempre lo estará. La satisfacción nos sienta bien, y no es por casualidad. No es casualidad que nos sintamos tan bien cuando estamos en paz. La paz ya existe, y reside en el corazón de todos los seres humanos.
La paz es algo que se tiene que sentir. Si frente a esa capacidad tan increíble que poseemos de sentir, colocamos paz, eso es lo que sentiremos. Estamos hechos para sentirnos llenos de agradecimiento, amor y comprensión. Llevamos dentro de nosotros una lámpara tan brillante que hasta en las noches más oscuras puede llenar de luz nuestro mundo. Sólo está esperando a que la encendamos.
La paz no hace distinciones. No le importa si somos ricos o pobres, ni la religión que profesamos, ni en qué país vivimos. Está esperando a que la encontremos, esperando a sentirse completa de nuevo y no dividida por todos los asuntos que invaden nuestra vida.
La paz llega cuando el corazón deja de estar sumido en la dualidad, y cesa la lucha interior. Entonces le sigue la serenidad; el amor viene desenfrenado, inundándolo todo; y no hay quien detenga la explosión de alegría, porque todo encaja. Eso es paz.
La paz hay que sentirla, al igual que el amor y la verdad. Mientras estemos vivos, siempre tendremos el deseo de sentirnos bien, de sentir alegría; y mientras exista ese anhelo, existirá la necesidad de descubrirlo.
Somos pasajeros que realizan un viaje en un tren llamado vida, un viaje que tiene lugar en el momento llamado ahora. Este viaje de la vida es tan bello que no necesita destino.
Para orientarnos en este viaje se nos ha dado una brújula, que es la sed de plenitud. El verdadero viaje de nuestra vida comienza el día en que nos disponemos a saciar esa sed. Es la aventura más noble que existe.
Siglo tras siglo, se ha hecho oír una voz: Lo que buscas está dentro de ti, tu verdad está dentro de ti, tu paz está dentro de ti, tu dicha está dentro de ti. La paz del corazón es como una semilla en el desierto que espera, latente, a crecer y a florecer. Sólo cuando permitamos que la semilla florezca en nuestro interior podrá haber paz en el exterior. Tenemos que darle una oportunidad.
¿Vamos a darle una oportunidad a la paz?
The Times of India (Prem Rawat)
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