10 noviembre 2007

Atrapa el viento


Me gustaría hablar de algo muy sencillo. Me gustaría hablar de lo que ya tienes, no de lo que no tienes. De algún modo, vivimos en una época y en una sociedad en las que es muy frecuente creer que debemos progresar. Tenemos que ser mejores. Hay seminarios, libros que leer y sitios a los que ir, todos ellos basados en la premisa de que tenemos que mejorar.

Había un señor que tenía una granja en Australia. Era muy pobre y tuvo que vender muchas cosas para poder mantenerse a flote. Llegó un momento en que no podía permitirse nada. Al final, decidió vender la granja misma. Las cosas se habían puesto tan mal que su familia tenía que alimentarse de lo que brindaba la naturaleza, porque no tenían dinero para comprar comida. Uno de los últimos días antes de vender la granja, por frustración o por lo que fuera, el hombre se puso a cavar. Y cuando empezó a hacerlo, encontró una mina de oro.

Esa mina de oro siempre había estado en aquel lugar. Nadie la puso allí el último día. Sintió el impulso de cavar y, cuando lo hizo, encontró algo que estaba más allá de su imaginación, algo que no podía comprender. Durante todo aquel tiempo que había vivido con su drama, con su anhelo, con sus plegarias para que las cosas mejorasen, todo lo que buscaba había estado allí mismo. Siempre.

Cavar era justo lo que no había hecho. Quizá había rezado y buscado y pedido ayuda a sus amigos. Probablemente se había pasado muchas noches en vela tumbado en la cama, esperando, deseando: "Por favor, haz que vengan tiempos mejores. Dame fuerza para continuar". Pero no sucedió nada. No aparecieron signos, ni mensajes en el cielo, nada. Las cosas simplemente siguieron su curso. Finalmente, llegó el día en el que iba a vender la granja, pero, al cavar un poco, todas sus plegarias y preguntas fueron respondidas en un instante.

No puedo evitar sentir que a cada uno de nosotros nos pasa exactamente lo mismo. Tenemos esta granja, que es la vida, y ha visto días buenos y días malos. Ha conocido épocas de prosperidad, de lluvia, de cosechas abundantes y también de sequía. Nosotros, los granjeros, hemos pasado muchas noches echados en la cama, deseando, esperando, pensando que volverán los días buenos, que de algún modo las cosas se pondrán bien otra vez.

Esta historia puede tomar la forma que quieras. El granjero puede estar ahí tendido, con la esperanza de que, de alguna manera, será mejor granjero (lo que hace mucha gente). Quieren mejorar. Pero lo único que de verdad hace falta es cavar dentro y encontrar la mina de oro. Curiosamente, tenemos la ambición de ser mejores, pero no estamos realmente capacitados para ello porque no conocemos nuestro propio ser.

Nos quedamos atrapados intentando visualizar en qué deberíamos mejorar, pero si no conocemos nuestro propio yo, ¿cómo podemos mejorarlo? Lo que hay que descubrir y comprender es que todo lo que estamos buscando está en nuestro interior.

Si alguna vez hemos deseado tener paz, hay una mina infinita de paz dentro de cada uno de nosotros. Si hemos deseado amor incondicional, en cada ser humano hay una fuente ilimitada. Si alguna vez quisiste tener alegría en tu vida, dentro de ti hay una alegría inconmensurable, más profunda que el océano. Dentro de cada ser humano hay una alegría infinita.

Ésa es la realidad. La paz y la alegría no son algo nuevo. Se ha hablado de ellas una y otra vez a lo largo de la historia. Este pequeño drama en el que nos encontramos atrapados no es nada nuevo. El sufrimiento del que intentas escapar, por muy grande o pequeño que sea, sigue siendo el mismo. Las generaciones cambian. Sé que dentro de cien años la gente jugará con aparatitos que ni siquiera puedo imaginar. Pero cuando no funcionen, la frustración será la misma que la de hoy.

Si bien aquello de lo que intentamos huir está dentro de nosotros, lo que intentamos alcanzar también lo está. Lo que no queremos está en nuestro interior, y lo que queremos también. Comprender el propio ser no es complicado. Significa que eres tú quien te comprende, no otra persona.

Escucha tranquilamente y oye. Oye lo que tu corazón está diciendo. No te va a pedir que vayas a la Luna, o que compres un coche nuevo. Lo que tu corazón te pedirá es paz. Te pedirá que te llenes de alegría. Te va a decir: "Haz eso que me traerá gratitud hoy". ¿Será hoy ese día? ¿Puede ser? ¿No debería ser hoy el día que he estado esperando toda mi vida?

Pensamos que podemos permitirnos lujos con eso que llamamos tiempo. No comprendemos el poco tiempo que tenemos hasta que se nos termina. Cuando aún nos queda, pensamos que tenemos todo el tiempo del mundo. Pero cuando se nos empieza a acabar, nos preguntamos: "¿Qué ha pasado?" No ha pasado nada nuevo. Eso le ha estado sucediendo a todo el mundo. Cuando nuestra sed es tan clara que ya no nos importan los lujos, la cosa se hace muy sencilla. Ni siquiera necesitamos saber el idioma para pedir agua.

Llega un momento en que la sed se hace tan patente que la necesidad de agua supera todas las barreras. Es clara. Es como hacer volar una cometa cuando no hay viento. Mientras corres con la cometa, se eleva, pero en cuanto dejas de correr, vuelve a bajar enseguida.

Mientras sople el viento, puedes hacer volar la cometa y lograr que baile. Cuando deja de soplar, no hay nada que puedas hacer. Tiene que haber viento. El viento es tu sed y tú eres la cometa. Si quieres volar, es preciso que haya viento. Atrapa el viento y ve. Mientras haya viento, vuela. Ése es tu lugar. Empaquetada en una caja no tienes buen aspecto. Lo tienes cuando vuelas. Así debe ser para todos.

Te digo esto porque es posible sentirse satisfecho en esta vida. Es posible comprender y tener paz.

Maharaji

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