30 diciembre 2007

Pasión

Me gustaría hablar sobre la importancia de la pasión en nuestra vida. A menudo cuando preguntas a una persona cuál es su pasión, te contesta algo así: "Me encanta la jardinería, ésa es mi pasión". Les gusta, lo disfrutan; y no digo que no debería ser así, pero eso es su hobby.

¿Hacia qué podrías sentir una auténtica pasión en tu vida? ¿Qué es lo que realmente puede encender ese fuego en ti para admirarlo, para amarlo? Algo muy especial, muy real. No podrías apasionarte por algo que sólo está en tu imaginación. No puede ser: “Me gustan los dragones”. Bueno, a mí también. Son muy fuertes, pueden volar y echan fuego por la boca, pero no puedo tocarlos ni hablar con ellos.

Para poder apasionarme por alguna cosa, ésta tiene que ser muy real, no un producto de mi imaginación. Si tienes que sentarte sobre algo, antes te cercioras de que aguantará tu peso. No puedes sentarte en el aire; te caerás.

Cuando era pequeño, me encantaba escuchar cuentos. No me importaba que el cuento durara toda la noche, y siempre tenía que ser uno nuevo. Y cuando decían: “Y vivieron felices para siempre”, yo respondía: “No, no. Sigue. Quiero saber en qué consiste ese 'felices para siempre'”, porque me parecía una suposición muy grande. Los cuentos simplemente congelan todo lo demás. Ya está, se acabó; la realidad ha quedado encerrada. Pero, ¿qué había pasado?

Así que si vamos a hablar de pasión, quizá podamos empezar despejando unas cuantas suposiciones. La gente piensa: "Si tuviera esto, aquello y lo otro, se arreglarían todos mis problemas". Pero en la vida real no sucede eso.

La mayoría de la gente tiene una lista muy larga con todo lo que no quieren en sus vidas y la lista de lo que sí quieren está vacía. Las cosas no funcionan así. ¿Sabes qué te impulsa? ¿Tienes idea de qué es lo que te inspira? ¿Conoces esa cosa a la que no le gusta el dolor? ¿Conoces eso que quiere que sientas paz?

Con todo nuestro razonamiento, no hemos comprendido nuestra naturaleza. No hemos comprendido que hay algo tan increíble que si ponemos ahí nuestra conciencia, no sólo nos trae alegría, sino la alegría suprema. Una alegría incomparable.

Eso es lo que nos debería apasionar. Si fuese así, se abrirían todas las compuertas. No necesitaríamos todo nuestro razonamiento. Simplemente comprender la verdad suprema. Esa verdad es tan sencilla que para poder comprenderla tienes que ser totalmente sencillo.

¿Sencillo hasta qué punto? Debes tener un corazón de niño. ¿Qué tienen los niños que no tengas tú? Tú eres sofisticado, tienes muchas ideas, muchos conceptos; has visto el mundo y estás bastante curtido. Entonces, ¿qué es lo que tienen los niños? Tienen sencillez. Así que si quieres sentir esa pasión, deberás tener un corazón de niño.

La gente pregunta: "¿Qué debo hacer para ser sencillo?". No es cuestión de hacer, sino de deshacer. Nos quedamos empantanados con las mismas cosas que vamos cargando en nuestra bolsa durante nuestra vida. Esa carga que nos hemos echado sobre los hombros —fuimos nosotros mismos quienes lo hicimos— es precisamente lo que nos tiene empantanados.

La clave no es medir cuántas millas has andado, sino disfrutar de cada paso que das. Y no camines tan rápido que se ponga a prueba tu resistencia, porque en realidad no hay ningún banco a los lados de la carretera. No puedes sentarte y descansar porque eso que llamamos tiempo está prendido a nuestra existencia. Por eso es importante la pasión. Porque sin ella esta vida sería como una comida insípida. Puedes masticarla y comértela, pero no la disfrutarás.

El ser humano es un instrumento de sentir increíblemente delicado y sensible. Tócalo con la pasión que se merece y oirás sonidos que has anhelado escuchar toda tu vida. Por suerte o por desgracia, hasta que lo toques, ese anhelo no desaparecerá. Y si lo haces, el anhelo simplemente aumentará. Para mí, cuando algo es así —algo sin lo cual el anhelo nunca desaparece y con lo cual aumenta—, ésa es la descripción más exacta de la verdadera pasión.

Prem Rawat

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