25 enero 2008

El encuentro

Esta foto fue tomada el día que Maharaji aceptó la responsabilidad de traer este mensaje de paz y plenitud a la gente de todas partes del mundo.


El día 31 de Julio de 2006, se cumplió 40 años, desde que Maharaji fue reconocido como el nuevo Maestro.

En el año 1966, el que escribe estas líneas de agradecimiento hacia Maharaji por haberme mostrado el Conocimiento de uno mismo, contaba 18 años de búsqueda desesperada por este mundo.

Cuando mi corazón comenzó a comprender que en algún lugar de esta tierra habría un ser con el don, potestad, autoridad y la capacidad de llenar ese vacío interior, ya se estaba narrando mi verdadera y auténtica historia de amor.

Dice El Kybalion: «Dondequiera que estén las huellas del Maestro, allí, los oídos del que está pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par». Y además: «Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría». Otro aforismo dice: «los labios de la Sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender.»

Esto no sucedió hasta los 26 años. Ocho años estuvimos preparándonos para el encuentro. La vida nos fue deparando acontecimientos que irían cambiando nuestras vidas, para hacer posible el anhelado encuentro, al menos por mi parte. Se dice que el Maestro envía primero a sus devotos para que con sus súplicas vayan preparando su presencia.

En el país de grandes maestros y devotos un ser rebosante de inmaculado amor se estaba preparando para darse a conocer a los verdaderos buscadores ansiosos por conocer la verdadera realidad.

Maharaji fue creciendo en amor, comprensión y dedicación hacia la gran obra para la que había sido elegido. Poco a poco fue descubriendo que seres de todo el mundo le estábamos lanzando gritos desesperados. Y pronto descubrió que no debería demorar por más tiempo la llamada interior que le impulsaba a extender el mensaje de que la paz reside dentro de nosotros, y hasta que el hombre no esté en paz consigo mismo, no habría paz en el mundo.

Cuando escuché hablar de Maharaji por vez primera, un rayo de luz y esperanza se hizo presente y todo mi ser parecía asentir ante la posibilidad de que lo que estaba viviendo en esos momentos fuera cierto.

Mi corazón se había atrincherado herméticamente. Motivado todo ello, por las falsas expectativas de este mundo, siempre dispuesto a enseñarte que lo que ven estos ojos es la realidad. Algo dentro de mí se negaba aceptar esa visión deformada y lo rechazada automáticamente. No quería seguir los senderos que esta sociedad materialista, anclada en el sinsentido e ignorancia se cuidaba de disponer para que le siguiera con los ojos cerrados. Ya no confiaba en nada ni en nadie. La soledad cada día era más densa. Me rebelaba y gritaba a los cuatro vientos, pero el eco de ese grito regresaba una y otra vez, partiéndome en mil pedazos.

Una anhelada evidencia acompañada de mucho amor fue diluyendo ese caparazón que me había fabricado y dosis de paciencia, cuidado y delicadeza fueron destruyendo los muros del castillo de marfil donde tenía ubicado mi sitial, esperando alguna señal para volver a renacer.

Y como el ave fénix renaciendo de sus cenizas, fui cobrando vida y abriendo los grandes ventanales de mi corazón para que entrara la luz que poco a poco fue disipando la oscuridad que durante tanto tiempo había estado escondido.

Maharaji hizo lo que ningún ser en este mundo había sido capaz. Llevarme de la oscuridad a la luz…

F.G.M.

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