31 diciembre 2006

El reflejo de la paz


Allí donde vayas todo el mundo quiere paz. No hace mucho tiempo, estuve hablando a unos prisioneros y les dije: “¿Queréis paz?” “¡Por supuesto!” Si les hablas a militares, te dicen lo mismo: “¡Por supuesto!”. Así que todo el mundo quiere paz. Pero luego preguntas: “¿Qué es la paz?” Y aquí recibes una respuesta sorprendente. Todo el mundo tiene su propia versión de la paz y cada uno la ve desde un ángulo totalmente distinto.

El otro día estaba hablando con mi sobrina y me dijo: “¡Amo ese color!”. Le dije: “¿Amas ese color o te gusta ese color?” Entonces me preguntó: “¿Cuál es la diferencia?” Le contesté: “Hay una gran diferencia. Lo que realmente quieres decir es que ‘me gusta’, y lo puedes enfatizar diciendo: ‘me gusta mucho’, pero el amor es algo más interactivo que lo que ese color te puede proporcionar”.

Del mismo modo, cuando hay silencio la gente dice “¡qué paz!”, pero lo único que hay es silencio. La gente piensa que la ausencia de guerra es paz; tienen sus propias ideas sobre la paz. Hay personas que creen que la paz es cuando todo el mundo camina muy despacio, se viste con ropas vaporosas y flores en el pelo, y todos se saludan con el símbolo de la paz. Ya no se saludan con un apretón de manos, se rozan con dos dedos y dicen: “Paz”. En fin, las posibilidades son ilimitadas, ¿no?

Permitidme que os cuente una historia. Había una vez una reina que tenía un collar muy hermoso. Un día estaba en el balcón secándose el pelo después de darse un baño. Se quitó el collar y lo colgó de un gancho. Un cuervo que pasaba por allí vio el collar brillando al sol y se lo llevó volando. Luego se le cayó sobre un árbol y se quedó enganchado en una de las ramas.


Bajo el árbol pasaba un río sucio y pestilente. Cuando la reina quiso recuperar su collar, se dio cuenta de que ya no estaba y le dio una pataleta tremenda. “¿Quién lo ha robado?” Mandó a todo el mundo a buscarlo, pero nadie podía encontrarlo. Entonces le dijo al rey: “Si no encuentro mi collar, dejaré de comer para siempre”. El rey se quedó muy preocupado y envió a su ejército y a todos los demás a buscarlo, pero nadie podía encontrarlo. Así que al final el rey dictó una proclama: “A quien encuentre el collar le daré la mitad de mi reino”. Entonces todo el mundo se puso a buscarlo en serio.Un día, un general paseaba cerca del árbol y, bajo él, vio el collar en el río. Como quería la mitad del reino, se lanzó inmediatamente a sus aguas infectas. El ministro observó al general sumergirse en el río y, viendo el collar, se tiró también. El rey vio a su general y a su ministro buscando el collar, y se lanzó; así que ahora estaban los tres intentando pescarlo. Para entonces, habían llegado más soldados y lugareños, y todos se tiraron al río.

Al final, alguien con un poco de sentido común preguntó: “¿Qué hacéis? El collar no está ahí abajo; está aquí arriba. Estáis saltando tras el reflejo”. Entonces el rey dijo: “Como lo has encontrado tú, la mitad del reino es tuyo”. Y el hombre sabio le contestó: “Yo no necesito tu reino. Quédatelo para ti”.

¿Por qué os he contado esta historia? Porque eso es lo que hacemos también nosotros. Solamente vemos el reflejo de la paz. Está muy bien que no haya guerras, pero eso solo es un reflejo de la paz, no la paz en sí misma. La paz comienza con cada ser humano sobre la faz de esta Tierra. Esto es el collar, y todo lo demás es un reflejo.

Cuando el corazón está satisfecho, cuando el ser humano se siente pleno, automáticamente la persona deja de vivir en la ambigüedad, y ya no tiene preguntas, sino respuestas. Abandona la complicación y abraza la sencillez, aquello que realmente somos. Ésta es nuestra predisposición natural; así es como necesitamos ser. Ésta es nuestra naturaleza. Cuando estamos en ese equilibrio en el que nuestros corazones se sienten satisfechos, nuestra verdadera naturaleza resplandece. Y nuestra verdadera naturaleza es hermosa. Es real. Éste es el lugar de la verdadera paz. La buscamos muy lejos, pero está muy cercana a nosotros.

Incluso en la más desesperada de las situaciones hay esperanza. Así es como somos. En cada ser humano hay una elasticidad, una comprensión, una fortaleza; es la fuerza para dirigirnos hacia las puertas de la paz interior.

Maharaji

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