08 marzo 2008

La alegría de estar vivo



La gente dice que quiere paz. Luego me preguntan: “¿Cómo harás para traer la paz?” Se olvidan del lugar donde ha estado siempre: dentro de nosotros. Lo que hemos estado buscando es la forma de llegar a ella.
Pero al buscar la manera nos alejamos más y más de esa realidad fundamental en la que existe la paz, donde hay alegría, donde está la plenitud.
Cuando digo: “Lo que estás buscando está dentro de ti”, a menudo la gente se sorprende. Se dan cuenta de que ya lo sabían, pero lo han estado buscando en otro lado.
La idea de que está en nuestro interior se ha vuelto extraña para nosotros. Pensamos: “No puede estar dentro de mí. Algo tiene que ocurrir. Tiene que venir alguien. Habrá que leer algún libro, ir de peregrinación, asistir a algún seminario. Tiene que pasar algo así y entonces quizá pueda tener paz.”
A menudo pongo el ejemplo de que para comprender el valor del agua tienes que saber lo que es la sed.
Si no tienes sed es muy difícil que entiendas la importancia del agua. Hoy día el agua nos llega en muchos tipos de botellas. Hay empresas que promocionan su marca de agua: agua de las montañas, agua buena para la salud, agua en botellas azules, en botellas verdes, en botellas blancas. Pero nada de eso es lo esencial en el agua. Lo importante no son las botellas azules ni las botellas verdes. Por lo que a mí respecta, el agua tiene la posibilidad de calmar mi sed. Eso es lo más importante.
En Europa, cuando vas a un café y pides agua, te dicen: “¿La quiere con gas o sin gas?” Si no tienes sed, lo piensas y puede que preguntes: “¿Tienen agua francesa?” o “¿Tienen agua española?” Pero, desde mi punto de vista, el agua en realidad es para saciar la sed. Tiene otros usos - en los ríos, en los pantanos, en el mar, y todo eso - pero yo estoy hablando del agua que tiene la posibilidad de calmar mi sed.
Nos enredamos y nuestro enfoque cambia: “¿Se saciará esta sed con agua fría? ¿Con agua destilada? ¿De botella verde o azul? ¿Con agua francesa? ¿Alemana? ¿Inglesa?” Y toda la conversación que inevitablemente sigue se debe a que la gente ha olvidado -de verdad ha olvidado- qué es lo esencial en el agua.
Allá donde vayamos habrá personas que son como nosotros. Están viviendo su vida, como nosotros. Buscan fuera las respuestas que están en su interior, exactamente igual que nosotros.
Vuelve a la posibilidad más simple, a la comprensión más sencilla: la comprensión de ti mismo. Mucha gente dice: “Hablas de la paz, pero este mundo está muy loco. ¿Cómo puede haber paz en él?” Estoy de acuerdo en que el mundo está loco, pero aquí no estamos hablando del mundo, sino de ti.
El tema principal no es el mundo; eres tú. Aquí no se trata de la rotación de la tierra, sino del ir y venir del aliento en este recipiente. La cuestión no es la sed de fuera, sino la sed en nuestro interior.
Lo que importa son las personas. Eres tú lo que cuenta. Es en ti donde entra el regalo del aliento. Es en ti donde hay conciencia. Eres tú quien puede ver lo bueno y lo malo. La capacidad de apreciar reside en ti. La capacidad de disfrutar está en ti.
Dondequiera que hayas estado durante el viaje de tu vida, siempre has llevado dentro una caja enorme llena de alegría. Ésa es la alegría con la que te puedes poner en contacto. Y si quieres hacerlo, será tu viaje personal. No puedes emprenderlo con nadie más. Es demasiado personal, porque es un viaje hacia tu interior.
Hay una alegría que es la alegría de la existencia; no la de lo que ocurre en ella. Son dos cosas diferentes. Está la alegría de la existencia y también la alegría por lo que sucede en ella. Y tratamos de manipular y controlar lo que ocurre en nuestra existencia.
Unas veces las cosas salen como deseamos y otras no.
Sin embargo, existe otra alegría. Una alegría que ha estado ahí durante todos los años de tu vida, esperando a ser descubierta. Y ahí seguirá mientras vivas. Es la sencilla alegría de estar vivo.
En mi vida hay días buenos y días malos. Los que llamo buenos son los días en que todo sucede conforme a mis planes. Los días en que las cosas no salen según mis planes son los que llamo malos. No obstante, cada día que se me ha dado está por encima de ser bueno o malo. Cada uno de ellos tiene su propio significado y su propia belleza. Y yo puedo ponerme en contacto con esa belleza. Mis planes cambiarán. A veces, los días que llamo malos acaban siendo buenos. Y algunos días en los que todo parece ir conforme a mis planes terminan siendo un desastre.
Lo bueno y lo malo. La vida no consiste en eso; está más allá. Cuando empezamos a comprenderlo, nos damos cuenta de que estar vivo es un privilegio. Un privilegio por el que este corazón ha de estar lleno de gratitud. Lo que se nos ha dado es mucho más valioso que todo lo bueno y lo malo junto. Todas esas cosas son transitorias.
Podemos conocer lo que no es transitorio, lo que va a seguir aquí mientras estemos vivos. Ése es nuestro consuelo, nuestro puerto. Es ahí donde tenemos que estar cuando lleguen las tormentas.

Maharaji

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